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El mundo es un tablero
Mariano Przybylski mprzybylski@perfil.com.ar el 03-06-2009, 01:49 (UTC)
 El título de la nota no es una metáfora o una exageración. Diego Flores, el mejor ajedrecista nacional y último ganador del Campeonato Argentino de Ajedrez, admite que vive los hechos cotidianos del mundo, como si estuviera en un tablero de ajedrez. “Es difícil de explicarlo, pero es así. Cada cosa que me pasa, inconscientemente lo relaciono con eso. Incluso cuando me estoy durmiendo me aparecen imágenes de jugadas ilógicas”, comenta Diego con algo de vergüenza y mucha sinceridad. “No sé si a otros ajedrecistas les pasa algo así, nunca lo hablé con nadie”, agrega con su voz tímida y pausada.
Sus inicios. Aprendió a jugar cuando tenía seis años, gracias a su papá, que buscó esa alternativa para entretenerlo cuando se fracturó la muñeca y no pudo jugar al fútbol y al básquet, deportes que practicaba habitualmente. “A los nueve años decidí que quería ir a la Escuela Municipal de Junín y desde ese momento no paré más”, cuenta Flores. “Me volví un fanático. Jugaba con mi viejo hasta la madrugada y con nueve años, leía las columnas de Najdorf en el diario”, recuerda.
Noticias: Me imagino que tanto en la primaria como en la secundaria se te habrá hecho difícil compartir ese fanatismo con amigos.
Flores: Sí, era imposible. Aparte que el ajedrez no tiene término medio: o sabés o no sabés, y la mayoría de los chicos no sabe.
Noticias: Eso que se dice que el ajedrez te sirve para pensar mejor en la escuela, ¿vos lo sentiste?
Flores: Sí, sí. A mí de por sí la matemática me gusta mucho y me resultaba fácil, desde siempre. Quizás el ajedrez me atrajo por la matemática y no al revés. Pero el ajedrez es un cálculo permanente y seguro que ayuda.
Noticias: ¿Y de más grande nunca pensaste en dejar?
Flores: Cuando terminé la secundaria dejé por un año y empecé a estudiar una licenciatura en alimentos, pero el estudio no era lo mío y volví al ajedrez.
Flores vive del ajedrez, pero básicamente de la plata que gana dando clases particulares y en escuelas, porque no recibe ningún apoyo del Estado. “Recién ahora, la Secretaría de Deporte incluyó al ajedrez como deporte de alto rendimiento, así que vamos a ver qué pasa”, expresó. Con ese panorama, el sustento viene de los premios que otorgan los torneos, porque los sponsors tampoco son habituales en esta actividad: “¿Quién va a poner plata en un ajedrecista si no sale en ningún lado, no se televisa?”, pregunta resignado.
La amenaza del póker. Justamente por esa falta de sponsors y escasos ingresos que tiene el ajedrez, le ha surgido un temible enemigo en los últimos años. Un enemigo que amenaza con vaciarlo de sus mejores figuras: el póker. “Muchos de los mejores jugadores de ajedrez se están volcando al póquer, donde obtienen ganancias muy superiores. Y la mayoría de los grandes jugadores de póker, provienen del ajedrez”, señala Flores.
Noticias: Pero más allá de ser juegos de mesa, ¿qué relación hay entre ambos?
Flores: No sé, serán los cálculos, la intuición. Pero se está dando en todo el mundo. Hay un juvenil argentino de mucho futuro, que jugando al póquer ganó 380.000 dólares en un día. En el ajedrez no podés ganar eso ni en toda una carrera.
La preparación. Además de las fichas y el tablero, la computadora se transformó en un elemento indispensable en el entrenamiento de cualquier ajedrecista. Hay un programa que suelen usar todos, que actualiza semana a semana las partidas de los ajedrecistas de todo el mundo. Con lo cual, con sólo ingresar un nombre, la base de datos permite evaluar cómo jugó esa persona con blancas, con negras, cómo fueron sus aperturas, etc. “Antes del auge de la informática, los ajedrecistas tenían que acudir a papeles, informes que les preparaban asistentes que buscaban los datos en todos los torneos. No se tenía la información que se tiene ahora, era todo más difícil”, admite Flores.
Noticias: ¿Cómo es el equipo de trabajo de un ajedrecista de alta competencia?
Flores: Depende de cada uno. Lo esencial es el entrenador, que te acompaña y te ayuda a planificar la partida. Después, hay jugadores de elite que tienen preparador físico, tipos que les procesan estadísticas y hasta uno tiene un cocinero. Pero eso ya es más excéntrico que otra cosa.
Noticias: ¿Y cómo es el entrenamiento de un ajedrecista?‑
Flores: Básicamente es la planificación de las partidas. Es quedarse el día o la noche anterior al partido, estudiando los movimientos de tu rival y planificando cómo jugarle. Después, mientras estás fuera de torneo, vas evaluando movimientos y aperturas nuevas y las probás, ya sea con tu entrenador o con la computadora, que para esas cosas es muy buena. Aparte hay que estar actualizado con las partidas que se juegan en el mundo, porque a veces una posición que no era muy buena, alguien le da una vuelta y pasa a ser algo interesante, entonces hay que estudiar todo.
Noticias: ¿Sirve jugar contra la computadora?
Flores: Ahora las computadoras son tan potentes que el ser humano ya no le puede ganar. Pueden evaluar cientos de miles de jugadas por segundo.
Noticias: ¿Y la parte física cómo se entrena?
Flores: Como cualquier otro deporte. El ajedrecista necesita estar bien físicamente para aguantar mejor la tensión de las partidas, que pueden durar 6 o 7 horas. Salir a correr, por ejemplo, ayuda mucho a descargar tensiones.
Noticias: ¿Tan grande es la tensión que se vive?
Flores: Sí. Por ejemplo, hace poco estuve jugando el torneo de la Legislatura, que tiene buenos premios. Yo estaba en la partida final. Si ganaba, me llevaba 8.000 pesos y si perdía me quedaba sin nada. En un deporte en donde vos vivís de eso y el único ingreso son los premios de los torneos, imaginate que hay mucho nerviosismo.
Noticias: ¿Existe el doping en el ajedrez?
Flores: Ahora está todo mucho más controlado, pero es como en todos los deportes. Hay drogas que te ayudan a mantenerte más despierto, más concentrado, que te relajan. Y los controles son por sorteo, cuando los hay. En los '70 y '80 se decía que en esas partidas larguísimas que había, estaban todos drogados, pero son historias...
Diego admite que en el deporte en donde el azar no tiene ninguna incidencia, está lleno de cabuleros. “Es terrible, casi todos. Si pierden, seguro que cambian la lapicera y hay cábalas de todo tipo. Yo mismo tenía varias pero ahora las estoy dejando porque si no, me iba a volver loco”, confiesa. Una irracionalidad total, en el juego en donde todo se racionaliza.
Después de más de una hora de charla, Flores mira al cronista con cara de cansado. En su cabeza, seguramente, habrá estado la idea de hacer tablas. Y terminó la entrevista
 

El mundo ideal DE OLIVOS
Franco Lindner y Nicolás Diana flindner@perfil.com.ar ndiana@perfil.com.ar el 03-06-2009, 01:48 (UTC)
 Cuando le mostraron la encuesta, pagada por el Gobierno y luego silenciada para que no llegara a los medios, Néstor Kirchner explotó: “¡Qué carajo le ven a De Narváez, no lo puedo creer! ¿Cómo nos va a ganar un tipo al que no lo conoce nadie? ¿Quién lo puede votar a ese?”. El ex presidente agitaba los papeles con furia y nadie en la Quinta de Olivos atinaba a responderle. Cristina Fernández contemplaba la escena en silencio y los funcionarios no sabían si convenía quedarse o irse. Kirchner seguía gritando, furioso con el ingrato sondeo que lo ubicaba no primero, ni segundo, sino tercero en una importante ciudad del sur de la provincia de Buenos Aires, debajo del candidato del PRO-peronismo y hasta de la fórmula de Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín.
Ocurrió hace menos de un mes y fue el punto de inflexión para que el patagónico aceptara los consejos de sus asesores, que le pedían morigerar el tono combativo de su discurso: si no corregía el rumbo, se encaminaba a una derrota segura. Desde entonces, el ex presidente está hecho una seda. Y la propaganda oficial, que antes de ese día se ensañaba con los adversarios del Gobierno, ahora se concentra en resaltar las supuestas hazañas de la gestión K y machaca con estadísticas y frases que parecen salidas de una realidad paralela. Hoy, en la residencia presidencial de Olivos, los Kirchner hablan de un triunfo arrasador en territorio bonaerense y una ventaja segura en el resto de la Argentina, siguen soñando con continuar en el poder después del 2011, manejan variables que hablan de superávit fiscal y comercial, desempleo bajo control e inflación mínima, castigan a los encuestadores que osan llevarles malas noticias y hasta abonan en público la increíble teoría según la cual el propio Obama se habría inspirado en Kirchner y su modelo económico. Una mezcla de negación y voluntarismo.
Compenetrado con su nuevo personaje, el que susurra en los actos, besa a los chicos y no ofende a nadie, el ex presidente practica en Olivos los trucos que luego desparrama en cada acto: el tono de voz amable, el gesto de contrición, la mirada perdida en la multitud, las manos cubriéndose el pecho... Cuando sus colaboradores lo felicitan por el flamante discurso moderado, Kirchner se sincera entre risas: “Y no saben lo que me cuesta...”.

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Una cuestión de honor
Claudio Fantini, Politólogo y analista internacional | Fotos: AFP y Cedoc el 03-06-2009, 01:46 (UTC)
 Su guardaespaldas no se dio cuenta cuando le sacó el arma. Recién se percató de que en el bolsillo de su cazadora no estaba la pistola 45, cuando sintió el disparo en la distancia. Pierre Beregovoy se había suicidado porque el escándalo en que se vio envuelto lo asfixiaba. Por su origen humildísimo; por sus combates de maqui contra los invasores nazis y los traidores de Vichy; por sus luchas obreras en las trincheras sindicales y por su militancia en el Partido Socialista, no podía perdonarse el desliz bastante turbio que cometió para comprarse una casa. Era el primer ministro de Francia y no tenía casa propia; pero el crédito que obtuvo ocasionó una denuncia en su contra y el escándalo golpeó la presidencia de François Mitterrand. Por eso gatilló sobre su sien en los bosques de Nevers.
No habrá sido muy distinto lo que sintió Roh Moo-hyun cuando decidió saltar al precipicio. Treinta metros de caída no garantizan una muerte inmediata, y no la tuvo. Murió varias horas después en ese Hospital de Pusan por cuyo frente pasaba todos los días, cuando estudiaba en un colegio de esa ciudad portuaria que está sobre el Estrecho de Tsushima. Si un hombre termina con su vida a los 62 años, con una salud de hierro y con el pelo tupido y sin canas, no hay razón para descreer de lo que dejó dicho a través de una carta. Y lo que dijo Roh es que las acusaciones de corrupción en su contra lo avergonzaron tan profundamente, que la vida se le volvió asfixiante.
“Lamento decepcionarlos. No tengo cara para mostrarme ante la gente”. Eso escribió minutos antes de recorrer el sendero cercano a su casa de campo, para saltar en el acantilado.

Seis millones de dólares con aspecto de soborno empresario son una carga insoportable para el hijo de una familia campesina, que como abogado defendió a las víctimas de la dictadura de Chun Doo-hwan y como laboralista acompañó las luchas sindicales. Roh Moo-hyun ayudó a Kim Dae Jung en la construcción del Partido de la Democracia y la Reunificación, la fuerza centro-izquierdista que sacó del poder al Partido de la Justicia y la Democracia, que era una versión surcoreana del PRI mexicano. Con el apoyo de los socialdemócratas y el movimiento obrero, se convirtió en presidente en el 2003 y, cinco años más tarde, dejó el palacio gubernamental de Seúl sin grandes logros y con la mancha del soborno empresario. ¿Por qué un líder se corrompe y luego experimenta un sentido del honor que lo lleva al suicidio? Roh no lo explica en su carta, entre otras cosas porque nunca aceptó del todo el acto indebido que se le adjudica.
En todo caso, es menos grave que la razón por la que Michael Martin se convirtió en el primer “speaker” de la Cámara de los Comunes que renuncia en trescientos años. Sus camaradas laboristas lo describen abatido por el escándalo de los gastos superfluos que los diputados británicos venían realizando desde hace años. Sólo 20 de 646 legisladores no les pasaban la cuenta a los contribuyentes de una pila de nimiedades en la que gastaban algunos miles de libras esterlinas. En esta parte del planeta, ni siquiera alcanza para escándalo, pero para el contribuyente británico es inadmisible y Martin, quien además de no controlar esos deslices se había beneficiado con ellos (aunque con cifras insignificantes), decidió volver avergonzado a Glasgow, la ciudad escocesa donde fue obrero metalúrgico, dirigente sindical y secretario general del Partido Laborista.

Su autocastigo es más racional que el de Roh, cuyo sentido del honor está formateado en el de los funcionarios públicos japoneses, que son los que más recurren al suicidio. En todo caso, la razón que dejó envuelto en un escándalo al ex presidente surcoreano es mucho más abultada que el crédito de favor que sacó Pierre Beregovoy para comprar su primera casa propia, cuando ya era primer ministro. Tal vez sintieron la misma opresión en el pecho que sintió Getulio Vargas cuando se disparó en el corazón, avergonzado por el crimen que cometió un hombre de su guardia y con el que el presidente brasileño que otorgó a los obreros importantes conquistas, no había tenido nada que ver.
El mismo sentimiento que acaba de empujar al ex presidente surcoreano a un precipicio y que, en mayo de 1993, estalló en el socialista francés que gatilló contra su sien en los bosques de Nevers.
 

La violencia, tradición nacional
Marcelo Larraquy, Licenciado en Historia, periodista, autor de “Marcados a fuego* el 03-06-2009, 01:45 (UTC)
 La violencia nos permite pensar mejor nuestro pasado. “Marcados a fuego” intenta ese abordaje. Pensar nuestra historia a través de la reconstrucción de los conflictos políticos más determinantes, en las tensiones internas entre el Estado y la sociedad, para una mejor comprensión de su significado.
Aunque irracional, para quienes la ejercen, la violencia tiene una lógica tan racional que la vuelve irreversible. En nuestra historia la aplicaron todos. Los héroes y los villanos, los conservadores, los notables, los republicanos, los nacionalistas, los militares, la corporación empresaria, los partidos políticos, los gremios, y, por sobre todo, el Estado. Es inherente a nuestra historia.
Es una acción que pone en evidencia un problema político o social. Pero también es portadora de ideas y transmite valores. Cuando alcanza sus propósitos, la violencia es también un punto de partida, crea un hecho fundacional de la vida histórica.
A los argentinos nos insumió mucho tiempo y mucha sangre lograr una organización política nacional regida por un Estado. Y aquellos que tomaron para sí la dirección de esa tarea, la elite conservadora de fines de siglo XIX, intentaron disciplinar al país a fuerza de fusiles Rémington, ferrocarriles y exportación de granos. Matar al indio para ordenarnos como Estado. Vías férreas para desarrollarnos como Nación. Granos para alcanzar la prosperidad económica, basada en el comercio de ultramar.
Por entonces, en nuestra historia matamos para combatir ese orden fundacional; matamos para defender las libertades públicas; matamos para tener actos eleccionarios más transparentes y restablecer derechos que estaban siendo conculcados por la oligarquía.
Personajes. En “Marcados a fuego”, es interesante descubrir al doctor Leandro Alem en la organización secreta de una revolución en 1890 contra el régimen conservador que dejó más de un millar de muertos.
Lejos de construir su lápida política por esa batalla perdida, Alem fundará al año siguiente la Unión Cívica Radical, y desde allí retornará a la tribuna pública, y luego volverá a las urnas y otra vez a las armas, en un movimiento circular y constante. La violencia era entendida como una instancia más de la política, una instancia radical que buscaba, en este caso, una reparación moral. Intentar, a través de la violencia, que las instituciones republicanas funcionaran con los lineamientos trazados por la Constitución del '53.
Quizá la Revolución del Parque de 1890 que dirigió Alem sea una de los pocos alzamientos armados derrotados de la historia argentina que, aun con la magnitud de su violencia, tenga un monumento para sus caídos y deposite en la bóveda partidaria del cementerio de la Recoleta a los más encomiables dirigentes del radicalismo.
Hipólito Yrigoyen, antes de ser electo presidente en 1916, tampoco disoció la política de la violencia. Sus leales irrumpían a sangre y fuego en los cuarteles militares y en las comisarías. Incluso llegaron a tomar el poder en La Plata por la fuerza, aunque sólo por un día, y luego volvieron a sus casas.
Carlos Pellegrini, que hacia al final de su vida entendió que una reforma social y política era
inevitable para la supervivencia del régimen conservador, le enrostró a Yrigoyen su constante labor en la organización de revoluciones, que representaban una llamarada de fuego en la cara del régimen. Yrigoyen respondió que sólo las elecciones transparentes podrían detener la violencia.
Con su heroísmo y sus fracasos, con su carga aciaga y desoladora, y aun con la belleza que despliega el hecho de dar la vida por una causa, la lucha armada que encarnó el radicalismo en esas décadas fueron detonaciones históricas que horadaron las bases del régimen conservador. Desde el poder, al que accedieron a través de las urnas en 1916, el radicalismo luego legitimó ese pasado de sangre y nadie hasta ahora se atrevió a reclamarle a la memoria de Alem e Yrigoyen un “no matarás” por aquellas llamaradas de fuego.
La legitimidad. ¿Qué hace que una violencia contra el Estado sea legítima y otra no lo sea? ¿Era legítima la violencia del radicalismo, con su reclamo político, pero era menos legítima la del anarquismo, con su reclamo social? ¿La legitimidad de la violencia depende de los fines que se propone, o de su triunfo o su fracaso?
“Marcados a fuego” está cruzado por hechos dramáticos que se vuelven apasionantes por la complejidad de sus motivaciones. Tomemos un caso. En 1893, colonos suizos y alemanes, inmigrantes atraídos por las posibilidades de trabajo y progreso de un país que abría sus puertas, constituyeron un ejército rural para combatir al Estado Provincial de Santa Fe. Reclamaban la rebaja de un impuesto al quintal de trigo y querían acabar con el poder político de los caudillos, los comisarios y los jueces de paz en las comunas agrarias. Los radicales de Alem se hicieron eco de esa protesta. Los apoyaron. Chacareros y radicales conformaron un brazo armado “gringo” que enfrentó a la base provincial del Partido Autonomista y a su fuerza de choque: la peonada criolla de las estancias.
Por esos años, la violencia atravesó la pradera santafesina. Cuando alcanzaron, en forma efímera, el poder de la provincia, los suizos llegaron a desfilar con las banderas de sus cantones de origen y sus fusiles de alta precisión y, en venganza, lincharon a sus enemigos “criollos” más emblemáticos hasta darles muerte.
Cuando el autonomismo recompuso su autoridad, con la figura rectora del General Roca en el comando general de la represión, el ejército degolló “a lo chancho”, removiendo el cuchillo en la garganta de los colonos insurrectos.
En nuestra historia, matamos en defensa de nuestra identidad como argentinos; matamos como un servicio religioso en defensa del catolicismo; matamos por la revolución social; matamos para evitar el riesgo de una revolución social; matamos con la ley en la mano. Matamos sin la ley pero para mantener un orden. Matamos para defender nuestra ideología de otra ideología peligrosa. Matamos para defender nuestro destino como nación.
Apremios. También torturamos. Torturamos en las comisarías de Buenos Aires en 1919 para reprimir “rojos”, anarquistas y judíos durante la Semana Trágica (gobierno radical); torturamos con todo el peso del Estado en la Cárcel de la Penitenciaría en 1931, con el ministro del Interior como “interrogador” (gobierno militar). Y también tenemos a mano dramas históricos que son de digestión incómoda aun con el paso del tiempo, pero que son valiosas para repensar ciertos problemas. Aquí, describiremos sólo cuatro situaciones:
• Simón Radowitzky, 17 años, cambiándose en silencio en el cuarto del conventillo para no despertar a otros obreros rusos, eligiendo su mejor ropa en una mañana de domingo de 1909 para ir a matar al jefe de policía de la Capital, coronel Ramón Falcón, en venganza por la represión de la Semana Roja.
• El coronel Héctor Varela sentado en la sala contigua al despacho presidencial de Hipólito Yrigoyen, a la espera de su aval político para los mil quinientos fusilamientos que acababa de ordenar en La Patagonia en 1921.
• El médico sanjuanino Federico Cantoni, líder del bloquismo, en un acto público, llamando a sacar “vivo o muerto” de la Casa de Gobierno a Amable Jones. Su muerte, consumada por un comando pocos días después, condujo a Cantoni a prisión, pero significó un hecho político fundacional para el bloquismo que gobernó la provincia durante décadas.
• Un empleado jerárquico del diario Crítica desnudo, con tres grados bajo cero, en un reducto inmundo, el sótano de la Cárcel de la Penitenciaría, –el primer centro clandestino de la Argentina–, sumido en la indignación y la impotencia por las vejaciones a las que es sometido. Pocos meses antes, había sido él y el diario dirigido por Natalio Botana, quienes habían alentado desde sus páginas al golpe militar de 1930. El gobierno de Uriburu, que ya no necesitaba de su colaboración, ahora lo torturaba.
Quizá “Marcados a fuego” permita rearmar una imagen de nuestro pasado no con la fórmula autocomplaciente que señala quiénes son los personajes maléficos contrapuestos a otros humanos y caritativos, sino con las encrucijadas de hombres, partidos o corporaciones que se enfrentan por conflictos de intereses.
 

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